Es verdaderamente sorprendente la cantidad de caras que pueden mostrar los pueblos de la Costa Brava. Desde aquellos enfocados al turismo extranjero de masas, hasta otros mucho más comedidos, las personalidades de las pequeñas poblaciones de éste área son siempre dignas de estudio. En el caso de Pals, no se trata de un lugar masificado ni de un bucólico pueblo de pescadores, sino de una comunión entre naturaleza e historia, entre mar y montaña, que lo han convertido en uno de los centros de atención de la zona del Bajo Ampurdán.
Atraído irremediablemente por todo el patrimonio cultural que se conserva en Pals de la época del Medievo, me dirijo a esta población gerundense con ánimo de empaparme de un pasado que permanece vivo en sus calles.
Pals se ubica en lo alto de un promontorio, por lo que la visita se realiza en sentido ascendente. Desde el pueblo se divisan, en los alrededores, un inacabable paisaje de campos de arroz, uno de sus productos característicos. Está rodeada por murallas levantadas entre los siglos XII y XIV, y conserva gran parte de su apariencia medieval gracias a las continuas restauraciones que se llevaron a cabo durante el siglo XX y que permitieron que Pals sea hoy un reflejo fiel, en muchos aspectos, de cómo era la vida en el pueblo en aquella época.
Hay mucho que ver en Pals si se disfruta de la historia. Las calles empedradas, los arcos de medio punto o los balcones de piedra te transportan de inmediato a aquellos tiempos difíciles a la vez que mágicos vistos desde nuestra perspectiva actual. Las murallas te hablan de una sociedad en constante estado de alerta ante todo tipo de enemigos, y las edificaciones religiosas, del poder de la Iglesia y el profundo sentimiento religioso que lo invadía todo. Y en los detalles arquitectónicos se aprecia la armonía con la que conviven el estilo románico, el gótico y el barroco.
Entre los tesoros históricos que ofrece Pals, destacan su muralla, que data de los siglos XII-XIV, y de la que se conservan cuatro torres, la Torre del Homenaje, o Torre de las Horas, el Castillo y La iglesia de Sant Pere.
El Castillo de Pals fue construido en el siglo IX y derruido en el siglo XV. Hoy en su lugar hay un solar que pertenece a la familia Pí y Figueras, aunque todavía quedan vestigios. Uno de ellos es la Torre del Homenaje, de 15 metros de altura, a la que también se conoce como Torre de las Horas, debido a que con posterioridad a la demolición del Castillo, se instaló un campanario en ella, si bien su función inicial era defensiva. Está situada sobre una base de roca natural y es una de las torres mejor conservadas de toda el área del Ampurdán.
También con las piedras del derruido castillo se construyó parte de otra de las atracciones históricas de Pals, La Iglesia de Sant Pere, una iglesia en la que se puede apreciar el paso de los siglos por los distintos estilos arquitectónicos presentes en ella, románico, gótico y barroco.
El recorrido por el pasado de Pals tiene, sin embargo, muchos más matices. Existen tumbas de origen visigótico desperdigadas por varias zonas del pueblo: alrededor de la torre del homenaje, en la Calle Mayor, o en Ca la Pruna, una casa fortificada de entre los siglos XV y XVII en la que se encuentra ubicado el Museo de Arqueología submarina y una exposición permanente de vinos. Como puede verse, la oferta histórica y cultural, es verdaderamente significativa.
Por último, me queda por recorrer ambos extremos del pueblo, la parte más elevada y la más baja. En la primera se ubica el Mirador Josep Pla, dedicado al famoso escritor que describió rincones de Pals en muchas de sus obras, y desde el que se domina toda la llanura y pueden verse a lo lejos las Islas Medes. En la parte baja es donde se encuentran las playas de Pals, otro de los atractivos que motivan a muchos a llegar hasta aquí. Estas se dividen entre la Platja Gran, de arena granulada y que incluso cuenta con un área donde se practica el naturismo, y la Platja del Grau, cuya arena es más fina y la profundidad de sus aguas, menor.
Pals es sin duda un lugar de singular belleza, en el que puede disfrutarse del mar, la montaña y la historia. Algo que se convierte en un problema cuando quieres alojarte en el pueblo en temporada alta, porque los precios de los hoteles y las casas rurales están por las nubes debido a la enorme demanda. En mi caso, yo conseguí habitación a un precio razonable en el Hostal Barris B&B, un lugar con una fantástica ubicación, muy limpio, y con habitaciones cómodas y con encanto.