Calatañazor: piedra, un rey moro y un manantial en Soria
¿Qué puede ofrecer al viajero una población de apenas 70 habitantes como Calatañazor para hacer que éste decida adentrarse en el pueblo? Principalmente rusticidad. Pero también historia. Dos elementos que hacen de esta localidad soriana un pueblo con encanto especial, y motivo por el que en mi travesía por Soria decidí hacerle una corta visita.
Se llega al pueblo atravesando un arco que marca el camino de la calle principal, alrededor de la cual se vertebra todo el pueblo. Subiendo por ella se alcanza la plaza Mayor, donde, como en casi todos los lugares de estas características, es donde más bullicio y actividad se concentra. Aunque lo de bullicio, en un pueblo con tan escasos habitantes, es mucho decir…
En la misma Plaza Mayor se ubica el Ayuntamiento y un Castillo en ruinas del siglo XIV, cuyos restos sobrevuelan los buitres, componiendo una estampa propia de una película ambientada en la época medieval.
Algo que puede hacerse extensible a un gran número de las casas de Calatañazor. Casas que en muchos casos están hechas de piedra, y en otros de paja y barro, y que transmiten una sensación de rusticidad y modestia sobrecogedora. A ello hay que unir el uso de la madera, o las chimeneas cónicas tan particulares y propias de aquí, para formar un conjunto que enamora por su sencillez.
Calatañazor huele a tradición, a lugar anclado en el tiempo. Un enclave donde, si desapareciese todo vestigio de la vida moderna de sus calles, podríamos jurar está sacado de cualquier leyenda medieval. Sus calles, empedradas con canto rodado, podrían ser un plató ideal para cualquier serie de televisión ambientada en aquella época. Precisamente este esfuerzo por conservar dicho espíritu le valió a Calatañazor ser declarado Conjunto histórico artístico en los años 60.
Para los amantes de las piedras, y al margen de las ruinas del castillo, en Calatañazor hay tres iglesias, aunque una de ellas está medio derruida. Una es la Iglesia parroquial de Santa María del Castillo, de estilo románico y levantada en el siglo XIV, si bien su capilla mayor es posterior(del siglo XVI). En ella hay un museo que alberga piezas de valor histórico, además de tallas como el Cristo de Calatañazor. Esta iglesia hizo en su momento las veces de residencia del gobernador y su fuerza militar, y es que hay que tener en cuenta que, incluso en periodos históricos distintos, Calatañazor siempre fue plaza fronteriza. Las otras dos son la Ermita de la Soledad, en su mayor parte restaurada pero aún con partes de la construcción original y la Iglesia de San Juan, de la que apenas se conserva la portada.
Y aún quedan un par de curiosidades más por visitar. Por un lado, un pequeño busto en homenaje a Almanzor, el caudillo moro del que la leyenda cuenta que sufrió su primera y única derrota en la batalla de Calatañazor, y que dio lugar al origen del famoso dicho popular “En Calatañazor, Almanzor perdió el tambor”.La realidad es que los historiadores coinciden en que dicha batalla nunca tuvo lugar ni Almanzor fue derrotado en tierras sorianas, pero es muy común que un pequeño pueblo como éste se aferre a ellas para dotarse de cierto empaque histórico.
Por otro, la Casa museo sobre las tradiciones de Calatañazor, una de las casas más antíguas de la localidad y en cuyo interior se muestran ejemplos de objetos de uso común para los antiguos habitantes y aperos de labranza de los que se empleaban tiempo atrás en la realización de las tareas agrícolas. También puede verse de cerca cómo son las chimeneas que decoran muchas de las estancias de las casas del pueblo.
No hay mucho más que ver en el casco urbano, pero saliendo de él y tomando el coche, todavía puede Calatañazor sorprenderte con su entorno natural.
Uno de ellos es el Sabinar de Calatañazor, un bosque de sabinas de enorme tamaño y del que se dice alberga ejemplares milenarios, el otro, un manantial de gran belleza al que llaman La Fuentona, que es donde nace el río Abión.
Y es que los alrededores del pueblo son tan singulares como éste, por lo que si se tiene tiempo y ganas de explorar, es una buena idea acercarse a Calatañazor a disfrutar del encanto de lo rústico y terminar la jornada en contacto con la Naturaleza.
Por último, si se quiere vivir la experiencia completa, lo ideal es alojarse una noche en el pueblo en uno de sus hoteles rurales. El Mirador de Almanzor fue en el que yo lo hice y verdaderamente es espectacular el trato que David y sus empleados dan a los huéspedes, además de que el ambiente te sumerge por completo en esa atmósfera medieval que se respira en todo el pueblo.
Calatañazor es una pequeña joya por descubrir en Soria, ¡no dejes de hacerlo si tienes oportunidad!
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