Marrakech es una ciudad variopinta, una ciudad para fotografiar y para oler. Su plaza principal, Yamaa el Fna, en los años ha cambiado mucho, pero siempre representa un escenario dónde asistir a espectáculos de vida local, mezclados a bailarinas, encantadores de serpientes y vendedores de comida. Cerca se encuentra el alto alminar de la Koutoubia, desde siempre el símbolo de la ciudad.
También dar la vuelta a las paredes que delimitan la medina o sea la parte vieja de la ciudad, con sus bonitas e imponentes puertas (tal vez la más bonita es Bab Aguenaou) y luego una visita a las Tumbas Saadies, al museo de Dar Si Said, a la Madraza Ben Youssef con su luminoso corral y a los jardines de Majorelle.
Marrakech como gran parte de Marruecos, está poblada por beréberes, conocidos tradicionalmente como irreducibles guerreros: un tiempo el insulto peor que se pudiera dirigir a uno de ellos era ‘tu padre ha muerto en su cama!’. Preparaos a una extenuante contratación sobre cualquiera mercancía que queráis comprar…
Los varios zocos de Marrakech son el paraíso de las compras. Los marroquíes son hábiles artesanos y la negociación hace parte de una ceremonia que les gusta mucho, que sobrestiman generalmente mucho el objeto que se quiere comprar para luego poder regatear, a menudo paladeando un té de menta. Entre los productos de calidad, hay que recordar las macetas, las joyas, la bisutería, las alfombras y las taraceas de las maderas de tuja de Essaouira.
La cocina marroquí es excelente, con sabores fuertes y diferentes. El plato principal es constituido por el tajín y el cuscús, de los que existen innumerables variantes según las zonas. El tajín es un estofado de carne o pescado con hortalizas, aceitunas, ciruelas o almendras, cocinadas lentamente en un característico contenedor de barro, pinchado para que pueda salir el vapor y luego llevado directamente a la mesa.
Una especialidad beréber es el m’choui, un cordero entero asado sazonado con azafrán y pimentón. Otro plato llamado pastilla es preparado con una mezcla compuesta por carne de paloma o pollo, huevos, limón, almendras, canela, azafrán y azúcar, encerrado en muchas capas de masa. La bebida nacional es el té de menta, preparado con hojas de menta fresca y azúcar. Para los marroquís beber un té hace parte de un ritual infalible durante las conversaciones y las negociaciones comerciales.