Visita al Guggenheim de Bilbao

Si os preguntara quién es Frank Gehry, probablemente pocos de vosotros lo sabrían. Si os dijera en cambio Museo Guggenheim, muchos contestarán que sí, este lo conocen: es esta la maldición de los artistas, cuya memoria es superada por la de sus obras, y Frank Gehry es el arquitecto que ha planeado el Museo Guggenheim de Bilbao.

El edificio del Museo Guggenheim de Bilbao es del 1997, año de su inauguración, el símbolo de la ciudad en el mundo: su construcción ha sido fuertemente querida por la ciudad, de la provincia de Vizcaya y de la administración del País Vasco, en una óptica de renovación y revitalización de la ciudad vasca. Como un embajador, el Guggenheim acoge los visitadores en la ciudad, dándoles la bienvenida desde las riberas de la ria.

Uno de los factores más interesantes es el hecho de que el edificio está realmente integrado en el contexto urbano: la superficie de acero que reluce y proyecta los rayos del sol sobre el agua, sus formas y sus volúmenes no disturban el ojo de quien, paseando, se encuentra con esta obra ejemplo de arquitectura contemporánea y, personalmente, creo que parte del tamaño de Frank Gehry es justo éste: crear pero no destruir, sino transformar manteniendo el equilibrio preexistente.

¿Conocéis aquella sensación indescriptible que ocurre raramente y que se siente frente a algunas obras de arte, aquella que nace, profunda, en el corazón y se manifiesta luego con un escalofrío en el cuerpo? Pues esto es lo que me ha ocurrido pasando por la puerta del Guggenheim.

La primera acción instintiva es la de levantar los ojos hacia arriba, para entender los volúmenes, y ver las partes llenas o vacías creadas por la presencia contemporánea de vidrio y piedra, que permiten al exterior de penetrar dentro del edificio y viceversa. Caminando por la plata baja se encuentran algunas obras muy interesantes, que forman parte de la colección permanente del museo: la primera es indudablemente la que me ha emocionado más y se trata de los ocho «laberintos» de Richard Serra o bien The Matter of Time, en donde es posible ser objetos y sujetos de arte caminando dentro del recorrido que es constituido por la arquitectura y por la forma de esta obra.

Otra obra interesante es Installation for Bilbao de Jenny Holzer: se trata de una instalación que logra hacer coincidir el mundo de la palabra con el de la vista, presentando un poema sobre pantallas de LED cuyas palabras se remontan hacia el techo, invitando por lo tanto la mirada del observador a cambiar la perspectiva dentro del museo y empujándola hacia arriba, para poder gozar de la arquitectura.

Desplazándonos en cambio hacia las plantas altas, encontramos las exposiciones temporales como Barroco Exuberante, que ha sido un verdadero descubrimiento: inusual, grotesco, provocador, pone en correlación obras barrocas con artistas contemporáneos.

Otra exhibición digna de ser vista y estimada es L’Art en Guerre, que presenta una interesante perspectiva de la Segunda Guerra Mundial en Francia, a través de la obra de disidentes, prisioneros y los que se han opuesto a la invasión en Vichy a la arrogancia alemana con armas blancas como un lápiz y una hoja de papel.
Una visita al Guggenheim es indudablemente una experiencia que hay que probar: yo he tenido la suerte de vivirla con otros blogger procedentes de toda Europa y ésta es una pequeña degustación de lo que también podríais vivir vosotros.