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Úbeda y Baeza: ciudades hermanadas
Entre un mar de olivos, tal como Antonio Machado definiera a la tierra de Jaén, se elevan dos pequeñas poblaciones que van siempre cogidas de la mano, siendo imposible hablar de la una sin hacer mención de la otra. Úbeda y Baeza son ciudades hermanadas por el tiempo y la historia, unidas en una especie de matrimonio bendecido hace poco más de una década por la Unesco al nombrarlas Patrimonio de la Humanidad merced a un increíble patrimonio renacentista que bien vale una visita a la zona.
Ubicadas en una de las partes más bellas de toda Andalucía, Úbeda y Baeza se yerguen sobre los olivos en pleno valle del Guadalquivir, dejando cerca de allí la Sierra de Cazorla y la Sierra Magina. Un enclave privilegiado como bien supieron ver los árabes durante su dominación, que se prolongaría por casi cinco siglos, y que luego jugaría un papel básico en la Reconquista.
En cualquier caso, el verdadero período de esplendor de ambas ciudades llegaría durante el siglo XVI, cuando una potente clase noble surgida a raíz de la pujanza del sector agropecuario, dejaría su huella en forma de iglesias, palacios y demás monumentos que aún a día de hoy siguen viéndose tan impresionantes como el primer día.
Por su manejable tamaño, la mejor forma de visitar Úbeda y Baeza es a pie, disfrutando de las vistas durante el paseo y aprovechando para detenerse a comer en algún bar donde probar las especialidades propias de la gastronomía local.
Ubeda
Comenzando por Úbeda, todo recorrido por la ciudad debe empezar por la Plaza Vázquez de Molina, auténtico centro neurálgico de la población, donde se encuentran concentrados la mayor parte de los edificios más emblemáticos.
Es allí donde se pueden visitar joyas del calibre de la Sacra Capilla de El Salvador, el Palacio del Marqués de Mancera, la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, el Palacio del Deán Ortega y el Palacio Vázquez de Molina (actual ayuntamiento) que da nombre al enclave. Entre los nombres responsables de estos monumentos se encuentran algunos de los más renombrados escultores y arquitectos del renacimiento español, como es el caso de Diego de Siloé o Andrés de Vandelvira.
Pero los atractivos de Úbeda van mucho más allá de la Plaza Vázquez Molina. En total, la ciudad cuenta con más de 40 edificios catalogados como históricos, lo que hace aconsejable tomarse la visita de forma tranquila y ordenada.
Lo mejor es dejarse llevar paseando por su casco histórico e ir deteniéndose en alguno de sus puntos más señalados, entre los que se encuentran iglesias ricamente ornamentadas o antiguos conventos que aún conservan una atmósfera muy especial.
Visitas obligadas son la iglesia de San Pablo, que recoge lo mejor del gótico andaluz, el convento de San Miguel o el Palacio Vela de Cobos. Aunque si hay que hacer mención a un monumento realmente destacable ese sería el Hospital de Santiago, que, pese a su austeridad y escasa ornamentación, se alza como una figura imponente, recordando en ese sentido al monasterio de El Escorial. Sin duda, la mejor manera posible de cerrar una visita por la ciudad jiennense.
Baeza
Por su parte, Baeza, con sus apenas 16.000 habitantes se presenta como una versión reducida de su ciudad hermana, aunque no por eso tenga nada que envidiarle en cuanto a belleza.
No se puede opinar de otra manera una vez se pone un pie en la Plaza de Santa María y contemplamos ante nosotros la espectacular catedral de la ciudad. Un edificio en el cual se nota el paso del tiempo a través de los diferentes estilos que han dejado su marca en las distintas fases de su construcción. La impresionante estampa de esta plaza se completa con el seminario de San Felipe Neri y el palacio de Jabalquinto, conformando un grupo arquitectónico prácticamente sin parangón en España.
A pesar de ello no es el lugar más fotografiado por los visitantes de la ciudad, puesto que ese honor recae en la célebre Puerta de Úbeda que da entrada al recinto amurallado de Baeza.
Desde este punto inician su paseo muchos baezanos que recorren las murallas tranquilamente, como si el tiempo no fuese con ellos, parándose a saborear cada detalle de un paisaje impregnado de aromas serranos.
Y cuando el apetito aprieta, qué mejor plan que terminar en alguno de los restaurantes y bares ubicados en los alrededores de otro de los grandes monumentos de la ciudad: la Plaza del Pópulo, también conocida como de los Leones por la fuente que se ubica en su centro.
Desde allí, saboreando cualquier plato aliñado con aceite de oliva, y leyendo algunos versos del habitante más célebre que ha tenido Baeza, Antonio Machado, podremos entender mejor que nunca la magia que estas tierras ejercen sobre todo aquel que las visita por primera vez.
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