Bárcena Mayor: el encanto de lo pequeño
Atravesando el valle de Cabuérniga, se llega a este pequeño pueblo escondido entre montañas. Su lejanía de la ciudad, difícil acceso y escasos habitantes, en su mayoría ya de cierta edad, hacen que el día a día de Bárcena Mayor sea casi un calco de lo que era un siglo atrás. En muchas ocasiones se emplea la expresión “el tiempo se detiene”, pero en el caso de Bárcena Mayor, es más literal que nunca.
¿Y qué tiene Bárcena Mayor para justificar una visita a este recóndito rincón? Principalmente, sabor a tradición. Una expresión quizás algo manida pero que describe perfectamente la razón por la que cualquier visitante se acerca hasta el pueblo.
Más allá de la de Santa Iglesia Parroquial María, del siglo XVII, que preside el pueblo, no hay por tanto grandes monumentos ni obras artísticas dignas de mención. Bárcena Mayor se limita a un conjunto de calles en las que se ubican casonas montañesas tradicionales entremezcladas con establos, lavaderos públicos u hornos donde se cocía el pan.
Una arquitectura tradicional y rústica que tiene su encanto, para qué negarlo. La típica casa montañesa rural tiene dos plantas, soportal en la parte baja, puerta de entrada, pajar y escalera de piedra o de madera para acceder a la vivienda, y por lo general se orienta al sur o al este para un mayor aprovechamiento de la luz solar. La madera en pilares y vigas es muy común.
Se da la circunstancia de que Bárcena Mayor es el único pueblo habitado del Parque Natural de Saja-Besaya, por lo que quien venga buscando tranquilidad y relax, que no dude que aquí va a encontrarla. De hecho, el aire bucólico y pastoril que desprende es uno de sus principales atractivos. Ganaderos y pastores llevan a cabo su actividad tal y como hicieron sus antepasados, y el visitante puede tener la sensación en ocasiones, de estar viviendo en una época muy alejada en el tiempo.
A esto contribuye la pujanza que en los últimos tiempos ha tomado en Bárcena Mayor la artesanía. Pueden encontrarse en las calles del pueblo pequeñas tiendas dedicadas a comercializar algunos de los productos artesanales que, a cargo de los maestros, allí se realizan. Madera, cestería, cerámica o cuero son algunas de las especialidades de éstos, con los que no es extraño cruzarse y poder ver cómo realizan su tarea, del mismo modo que hacían sus antepasados.
Pero además del encanto propio del pueblo, otra de las razones que atraen hasta aquí al turismo es el entorno natural que rodea a Barcena Mayor.
Desde aquí parten diversas rutas senderistas que permiten conocer de cerca cómo es la montaña cántabra, su flora y su fauna. Hayas y Robles son las espécies arbóreas más características, y el paisaje, espectacular, se completa con grandes extensiones de verdes pastos. En cuanto a lo que puedes esperar encontrarte en estas rutas, es siempre sorprendente, puesto que por la zona habitan especies como el urogallo, y no hay que descartar la posibilidad de cruzarse en algún momento con corzos, o jabalíes, que también son muy comunes.
Pero no es lo pintoresco de sus casas o el contacto con la naturaleza lo único que atrae a los turistas. La oferta de Bárcena Mayor se completa con un factor adicional y no menos importante, la gastronomía.
El cocido montañés es el rey de la mesa en Bárcena Mayor. Este plato contundente y sabroso se elabora con alubias blancas, chorizo, morcilla berza, costilla y tocino, y es casi obligatorio probarlo si estás de visita en el pueblo. De hecho, como especialidad típica que es, da igual en qué restaurante de Bárcena Mayor decidas comer. En cualquiera de ellos, lo preparan, y en particular, en el Restaurante La Solana, donde yo tuve oportunidad de degustarlo, les sale de lujo.
Además del cocido montañés, las carnes son las reinas de la oferta gastronómica, y es posible degustar delicias como la de jabalí, o la de venado. El cabrito al horno es también una especialidad muy suculenta que puede comerse aquí.
En definitiva, los amantes de la naturaleza y la tranquilidad encontrarán en Bárcena Mayor colmadas sus expectativas. Un pueblo que, pese a ser conocido en Cantabria, todavía no lo es lo suficiente en el resto de España, y que sin duda merece una visita para disfrutar de todo lo que tiene que ofrecer. Los balcones de sus casas decorados con coloridas macetas de flores, la sencillez de los materiales con los que están construidas, o el bucólico ambiente de sus alrededores, son pequeños detalles que van calando en el visitante a modo de sensaciones.
Y si quieres terminar de disfrutar de su magia, te aconsejo encarecidamente que te alojes en la Posada Reserva Verde. No sólo porque su decoración tiene un encanto inigualable, sino porque el trato que Humberto y Charo, los propietarios, van a dispensarte es espectacular.
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